Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis. Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, dona nobis pacem.
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Sunday, August 24, 2014
蔡志忠
Tsai Chih Chung (Chinese: 蔡志忠; pinyin: Cài Zhìzhōng; born 1948) is a famous cartoonist born in Huatan, Changhua County, Taiwan of Taiwanese origins.[1] He is best known for his graphical works on Chinese philosophy and history, most notably the philosophers Laozi, Liezi, and Zhuangzi, which he made accessible and popularised through the use of plain language and visual aid of cartoon graphics.[2] Many of his earlier four paneled works contain elements of political satire and those which are purely comical such as his well known work, The Drunken Swordsman (大醉俠).[1]
The books of Tsai Chih Chung have been very well received by the public in both Taiwan and mainland China. They have subsequently been translated into dozens of languages including English.[2] He currently resides in Taiwan and Vancouver.
Voici une histoire sur la cohérence des paroles et des actes (et du rapport maître-disciple) extraite de Soyons Zen :
Voici une histoire sur la cohérence des paroles et des actes (et du rapport maître-disciple) extraite de Soyons Zen :
Cai Zhizhong: A Master Cartoonist |
"Cartoons speak in a language that not only expresses satire and humor, but also reflects human love and natural beauty. They can describe everything. I am particularly fond of ancient Chinese philosophies, so I make cartoons out of them."
----Cai Zhizhong in an interview with New Business in 2005
The first to create cartoons of the ancient Chinese classics
Born in 1948, Cai Zhizhong, a popular cartoonist from Taiwan, was the first to use cartoons to illustrate the seemingly recondite ancient Chinese classics in such an amusing way. China has a wealth of spiritual heritage, including philosophical thoughts, poems from the Tang dynasty (618-907), the Book of Changes and Zen Buddhism. According to Cai, this wealth of spiritual heritage may not be easily understood, prompting his attempts to express these complex ideas with simple and interesting cartoons.
Starting from the 1980s, Cai created a series of Chinese comic books on ancient Chinese classics, like Zhuangzi Speaks: The Music of Nature, Zen Speaks: Shouts of Nothingness, Confucius Speaks: Words to Live by, Sunzi Speaks: The Art of War, and The Tao Speaks: Lao Tzu's Whispers of Wisdom. Confucius, Lao Tzu, Zhuangzi, and Sunzi are widely credited as sages whose thoughts have played an important role in China's development. Cai put his unique understanding and feelings of ancient thoughts into his cartoons, and added a modern interpretation of them, making boring ancient philosophies quite amusing as well as understandable. His works won a large number of adult readers for comic books, a market predominantly children-targeted. This series of comic books has hoarded great applause from readers both in Taiwan and Chinese mainland, with 4 million copies sold in Taiwan. |
Jan Arntzen
El tiempo suspendido en las noches blancas.
Lanata viaja 12.225 km hasta el archipiélago de Hvaler, en el extremo del Fiordo de Oslo, para saber si en verdad existe ese hombre del que le habló su amigo Luis Rigou: un maestro, capitán de barcos, constructor, empecinado profesor que adopto a 33 niños tibetanos y que fue premiado por el Rey de Noruega con la Medalla de Oro al Mérito.
El hombre se llama Jan Arntzen.
Lanata lo encuentra en la minúscula isla de Spjærøy.
“Los chicos se reian y me llamaban Amdo, esas fueron las primeras palabras que aprendí en tibetano”, recuerda Jan, 50 años después.
Lanata sale en busca de aquellos chicos, que hoy ya tienen su propia familia, para que le confirmen la historia.
Encuentra a Pempa Thondrup, Sonam Topgyal y Tenzin Kalsang.
“Prestar la casa para 33 niños victimas de la guerra es una forma muy altruista de actuar”, le dice Tenzin.
“Le explicamos que Amdo significa fuerte y duro, pero al mismo tiempo gentil como un cordero”, le cuenta Sonam.
“China ocupó el Tibet en 1959, yo vivía en un monasterio con mi tio, pasamos tres o cuatro meses en camino hacia la india. Jan Arntzen dio más de lo que tenía, su generosidad es algo increíble”, insiste Tenzin.
Jan recuerda las crudas historias de esos chicos que escaparon del Tibet y cruzaron el Himalaya hacia el exilio, sobre todo la de un niño al que su padre debió atar a un caballo cuando ya no daba más de tanto caminar para que lo arrastrara hasta la frontera con la India.
Y le cuenta a Lanata cómo fue que junto a su esposa Wenche decidieron llevárselos a vivir con ellos en Noruega.
“Papá y mamá no intentaron inculcarles la cultura noruega, les respetaron la propia”, cuentan Helene y Julie, hijas de Jan. Julie se para y baila para Lanata el “rock tibetano” que le enseñaron, de niña, sus hermanos adoptivos.
“Papa es un hombre de acción, no de palabras: incluye a la gente, les muestra que los necesita”, dice Helene.
En Paris, Luis Rigou, amigo de Lanata y esposo de Helene, dice: “De Jan aprendi el coraje”.
Lanata viaja 12.225 km hasta el archipiélago de Hvaler, en el extremo del Fiordo de Oslo, para saber si en verdad existe ese hombre del que le habló su amigo Luis Rigou: un maestro, capitán de barcos, constructor, empecinado profesor que adopto a 33 niños tibetanos y que fue premiado por el Rey de Noruega con la Medalla de Oro al Mérito.
El hombre se llama Jan Arntzen.
Lanata lo encuentra en la minúscula isla de Spjærøy.
“Los chicos se reian y me llamaban Amdo, esas fueron las primeras palabras que aprendí en tibetano”, recuerda Jan, 50 años después.
Lanata sale en busca de aquellos chicos, que hoy ya tienen su propia familia, para que le confirmen la historia.
Encuentra a Pempa Thondrup, Sonam Topgyal y Tenzin Kalsang.
“Prestar la casa para 33 niños victimas de la guerra es una forma muy altruista de actuar”, le dice Tenzin.
“Le explicamos que Amdo significa fuerte y duro, pero al mismo tiempo gentil como un cordero”, le cuenta Sonam.
“China ocupó el Tibet en 1959, yo vivía en un monasterio con mi tio, pasamos tres o cuatro meses en camino hacia la india. Jan Arntzen dio más de lo que tenía, su generosidad es algo increíble”, insiste Tenzin.
Jan recuerda las crudas historias de esos chicos que escaparon del Tibet y cruzaron el Himalaya hacia el exilio, sobre todo la de un niño al que su padre debió atar a un caballo cuando ya no daba más de tanto caminar para que lo arrastrara hasta la frontera con la India.
Y le cuenta a Lanata cómo fue que junto a su esposa Wenche decidieron llevárselos a vivir con ellos en Noruega.
“Papá y mamá no intentaron inculcarles la cultura noruega, les respetaron la propia”, cuentan Helene y Julie, hijas de Jan. Julie se para y baila para Lanata el “rock tibetano” que le enseñaron, de niña, sus hermanos adoptivos.
“Papa es un hombre de acción, no de palabras: incluye a la gente, les muestra que los necesita”, dice Helene.
En Paris, Luis Rigou, amigo de Lanata y esposo de Helene, dice: “De Jan aprendi el coraje”.
Sunday, August 3, 2014
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